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El edificio del Ayuntamiento de Mazaleón posee planta rectangular y tres pisos, realizado en sillería. Posee dos fachadas, con la principal en la Plaza Mayor. La planta baja está constituida por una lonja abierta mediante dos arcos de medio punto rebajados a la Plaza Mayor y mediante uno a la calle Ramón y Cajal. La apertura de la lonja permite la comunicación entre ambos lugares. Se trata de un espacio de doble crujía dispuesta en sentido transversal a la fachada principal, cubierta con estructura adintelada de madera y separada por tres arcos de medio punto rebajado apoyados en pilares. En el interior de la lonja, a la izquierda de la fachada principal se abrió la puerta que se utiliza actualmente, en arco de medio punto de grandes dovelas de sillar, sobre la que se sitúa un escudo de la población. Esta da acceso un pequeño patio con una escalera, de construcción reciente. En la planta primera se sitúan las estancias del Ayuntamiento, además de los primitivos calabozos. El primitivo acceso al Ayuntamiento, que da a los calabozos, se realizaba por una estrecha escalera desde la calle. La planta superior ha sufrido diversas transformaciones a lo largo de los años. Posee una puerta que comunica con la calle Isidoro Amela, situada en un nivel superior. La fachada principal es la que da a la Plaza Mayor, y presenta una división horizontal por plantas. En la primera y segunda se abren un par de balcones simétricos en cada una. Entre ellos, en el piso principal existe un reloj y un escudo con los símbolos de la villa: una maza y un león, así como la fecha de 1742; en el mismo eje, pero en el remate de la segunda planta, se coloca una espadaña con un reloj moderno. Conserva en su interior dos espacios destinados a cárcel, en el inferior se conserva un cepo de madera original y en el superior unos graffiti muy interesantes. Otra puerta adintelada de menor empaque está situada en frente, se trata de la cárcel antigua incluida en "La Ruta de las Cárceles" como museo.
 
								Los libros, bibliotecas y hábitos lectores constituyen un capítulo apasionante de nuestra historia cultural. ¿Qué leían nuestros antepasados? ¿Cómo eran las bibliotecas de los humanistas, clérigos y nobles en el Renacimiento o el Barroco? Buscando una respuesta a estas preguntas, nos asomaremos a la Huesca del siglo XVI, una pequeña pero pujante ciudad que contaba con una universidad y con una imprenta recién inaugurada, para conocer las bibliotecas y prácticas lectoras tanto de sus élites como de unos ciudadanos que también disfrutaban de lecturas públicas.
 
								Jesús Vázquez ObradorSabiñánigo, Comarca del Alto Gállego, 2002