Quicena es un municipio de la Hoya de Huesca que se encuentra en las proximidades de Huesca, poco después de Las Casetas, al pie del Castillo de Montearagón. Cuenta con una población de 291 habitantes (INE 2021) y una superficie de 14,9 km2. En el barranco de Espantalobos se localiza un yacimiento del mesolítico que induce a pensar en un asentamiento en la zona. Los topónimos y yacimientos de época romana hacen pensar que el municipio se remonta al primer tercio del siglo II a.c., época en que se trazó la vía romana entre Ilerda y Osca. Pedro I dio el lugar al castillo en 1099, con excepción de dos heredades que había prometido respectivamente a Fortuño de Ariel y a la condesa doña Sancha. Ésta donaría su parte posteriormente a las monjas de Santa Cruz de la Serós. Quicena pasó después a Alfonso el Batallador, que puso el lugar bajo la tutela de su esposa doña Urraca. La familia Ciria, que tuvo gran influencia en los tiempos de Felipe IV, poseyó un casal en Quicena durante mucho tiempo. La iglesia parroquial fue levantada a expensas del abad de Montearagón, don Pedro Nolivos. Otro abad, Miguel Asín, encargó que doraran el retablo mayor y la custodia. Todo ello, entre los años 1731 y 1791. Según Ferrer Villa, el pueblo de Quicena subía todos los años en romería a la ermita de Nuestra Señora de Sescún, en Santa Eulalia la Mayor, por voluntad que más tarde conmutó el obispo de Huesca. En 1628, don Pedro de Suelves hizo una fundación para dotar doncellas pobres y honestas en su matrimonio. En 1858 fue reparado el templo parroquial, que consta de tres naves. La fiesta mayor es el 25 de julio, y la pequeña el 29 de abril, en la ermita de San Pedro Mártir. Entre 1936 y 1937 tuvo lugar el Cerco de Huesca y Quicena fue asediado por el bando republicano. Entonces se construiría por orden del Coronel José Villalba Rubio el búnker ametralladora del Castillo de Montearagón que controlaría la carretera Barbastro-Lérida.